30 may 2020

Ocre

19. Estuve un tiempo viviendo en una pequeña ciudad olvidada del sur de Italia. Una ciudad ocre, áspera, silenciosa, donde el aire olía a sagrado incienso, a cera quemada. 

                                                                            
®hilosylaberintos

Parecía de barro seco y desamparado. Aunque muchas de esas cuevas contaban ya con todas las comodidades del siglo veintiuno, una vibración espesa, silente, como de viejo camposanto lo inundaba todo. 

Yo era feliz, créeme. Aunque paseaba con miedo vetusto entre sus calles, ese silencio lánguido me hacía sentir privilegiada. No podría decirte como llegué allí. 

Solía ir los viernes hasta el mesón local, día en que servían Orecchiette en caldo, un plato que lograba que me sintiera menos extranjera, mas conciliada con el rumbo errático que llevaba mi vida. 

Estudiaba gracias a la beca, aunque nunca logré hablar italiano. Entendía a la perfección lo que me decían después de unos meses, pero había algo perverso en la dificultad que tuve para hablar. Creo que una parte de mi ser se aferraba a la idea de que estaba allí solo por accidente, que no me pertenecía ese camino. Era esa parte de mi ser la que, por tanto, me negaba el habla. 

Viajando por la costa sur italiana, comprendí lo olvidado que puede estar un territorio. Allí no hay nada. Incluso el mar, arrinconado, baña la insuficiente costa con desgana. 

Todo es yermo, marchito, aunque prestando atención puedes llegar a sentir cierto aire engreído en algunas hendiduras.

Me apetece volver.





Texto e imágenes ®hilosylaberintos

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