16 sept 2020

Sala Cervantes

22. Caminando por la calle Recoletos, cerca de la Biblioteca Nacional y con veinte años, recuerdo que pensé que yo seguramente nunca pudiera acceder a ese hermoso edificio. Mas por ineptitud que por ganas. La vida, o el destino (llámalo como tu quieras),cuando menos te lo esperas, da un giro a los acontecimientos solo para demostrarte de lo que es capaz. Años más tarde, con mi carnet de investigadora, leía en la Sala Cervantes de ese edificio soñado un par de manuscritos del siglo XVIII. Nunca creas que no eres capaz, que no sucederá, o justo todo se coordinará para que ocurra inexorablemente. 


23. ¿Ves? Quizás es por mi escasa memoria, pero tengo la sensación de que mi vida se compone de retales, muchas veces inconexos entre sí. Trozos que parecen de distintas existencias, como si no hubiera sido yo la protagonista de ellos. ¿Qué relación hay entre la chica perdida entre manuscritos con la que excavaba en una villa romana o con la que te mira ahora mientras comes cereales? El único hilo que une a todas ellas (te reirás) es un deseo insatisfecho de seguir hacia delante, comprobar qué es lo que hay más allá. Se lo dije a tu padre cuando le conocí: soy una giróvaga, no tengo un destino determinado.


Texto ®hilosylaberintos

25 ago 2020

Paradojas

20. Me gustaba el olor de la papelería del barrio; podía estar horas entre lápices de colores, ceras de plastidecor y cuadernos de todos los tamaños. Septiembre era la promesa de un ceremonial fascinante y pese a que siempre odié el colegio, me seducía esa semana de libros desconocidos y compras para la vuelta a las aulas. 

La reluciente nueva oportunidad, el relamido intento por hacer las cosas bien en esas páginas sin estrenar: ¡cada una de ellas era una esperanza de cambio para mí! Pero pronto se marchitaba la esperanza, herida por mi torpeza.


21. Con cerca de diecisiete años trabajé, poco tiempo, en un restaurante chino. Ellos apenan hablaban español y yo apenas entendía lo que me decían. Recuerdo cubas enormes llenas de agua con lejía donde dejábamos los cubiertos usados antes de lavarlos. Me parecía muy higiénico. Eso sí, cuando servían comida en una bandeja, de la que los comensales se servían a su vez en sus platos, aprovechaban los restos no tocados de la bandeja para volver a servirlos a un nuevo cliente. Paradojas de la reutilización.


Siempre me fascinó el trajín, los platos que entraban y salían con un rumor constante de cerámica barata. El olor a salsa de ternera y pimientos impregnaba mi ropa cuando volvía a casa. Yo fregaba y no podía evitar la sensación de seguir estando fuera de sitio. 



Texto ®hilosylaberintos

30 may 2020

Ocre

19. Estuve un tiempo viviendo en una pequeña ciudad olvidada del sur de Italia. Una ciudad ocre, áspera, silenciosa, donde el aire olía a sagrado incienso, a cera quemada. 

                                                                            
®hilosylaberintos

Parecía de barro seco y desamparado. Aunque muchas de esas cuevas contaban ya con todas las comodidades del siglo veintiuno, una vibración espesa, silente, como de viejo camposanto lo inundaba todo. 

Yo era feliz, créeme. Aunque paseaba con miedo vetusto entre sus calles, ese silencio lánguido me hacía sentir privilegiada. No podría decirte como llegué allí. 

Solía ir los viernes hasta el mesón local, día en que servían Orecchiette en caldo, un plato que lograba que me sintiera menos extranjera, mas conciliada con el rumbo errático que llevaba mi vida. 

Estudiaba gracias a la beca, aunque nunca logré hablar italiano. Entendía a la perfección lo que me decían después de unos meses, pero había algo perverso en la dificultad que tuve para hablar. Creo que una parte de mi ser se aferraba a la idea de que estaba allí solo por accidente, que no me pertenecía ese camino. Era esa parte de mi ser la que, por tanto, me negaba el habla. 

Viajando por la costa sur italiana, comprendí lo olvidado que puede estar un territorio. Allí no hay nada. Incluso el mar, arrinconado, baña la insuficiente costa con desgana. 

Todo es yermo, marchito, aunque prestando atención puedes llegar a sentir cierto aire engreído en algunas hendiduras.

Me apetece volver.





Texto e imágenes ®hilosylaberintos

12 may 2020

Fuga

Remar, correr, escapar
de la fugacidad,
de la caducidad.


Huir hacia lo posible,
esconderse de lo inaudito.
Resguardada. A salvo.


Así se desploman mis horas,
sin sobresaltos oscuros, 
que te aparten de mi orilla.






Para Akane, todo, siempre.

Texto ®hilosylaberintos

22 abr 2020

La compra

18. La lista de la compra y el dinero justo. Y llegaba al mercado, cada puesto con su pequeño número encima reluciendo frente a mis ojos. 

Me solía quedar fascinada delante de la piel blanca, como enaguas recién almidonadas, que siempre lucía la casquería en su mostrador. Recuerdo que los ojos yertos, inertes de las cabezas de los corderos, te perseguían impávidos, avergonzados por su propia desnudez, implorando ser cubiertos.




Después de pedir la vez, buscaba frenéticamente la lista y el dinero pero nunca estaban. Jamás llegué a comprender el misterio que habitaba detrás de esas desapariciones. Salía de nuevo y agarraba el dinero con fuerza, prestaba toda mi atención segura de que no volvería a pasar, siempre en vano. 



19. Sentí herido mi amor propio cuando mi hermana pequeña empezó a ir a la compra en mi lugar. Pese a que tenía seis años menos que yo, siempre supo conservar la lista y el dinero íntegros. 


Texto ®hilosylaberintos